Ya os he contado que en mis Safaris disfruto con todos los animales que tengo la oportunidad de ver, no sólo con los más buscados. Sólo hay que prestar un poco de atención y La Naturaleza te responde siempre de manera extraordinaria.

Conduciendo al atardecer uno de los días junto al lecho del río en Serengeti, oímos en nuestra dirección los gritos insistentes de una Avefría Coronada desde el suelo. Gritaba y se movía de un lado a otro sin parar. Alertados por su actitud redujimos la marcha para intentar averiguar el motivo de su extraño comportamiento. Antes de llegar a su altura Swai (nuestro experto conductor), nos comentó que quizás tuviera cerca su nido y estaba intentando protegerlo de las ruedas de nuestro cuatro por cuatro.

Expectantes, agudizamos la vista sin conseguir ver nada excepto sus nerviosos movimientos. Lentamente nos acercamos a ella observando que poco a poco sus gritos iban cesando y sus movimientos también, y cuando detuvimos nuestro coche a su lado nos quedamos sin palabras ante lo que teníamos frente a nosotros: dos diminutos polluelos que apenas se distinguían de la arena del camino y cuyas vidas habíamos salvado entre todos, porque si os fijáis bien en las fotos podréis observar junto a ellos las huellas de otros coches que por allí habían pasado. Si no hubiésemos prestado atención a su comportamiento (cosa bastante habitual ya que normalmente son aves muy ruidosas), podríamos haber pasado por encima sin ni siquiera saber lo que allí ocurría.

Y como siempre, La Naturaleza nos devolvió con creces nuestro cuidado. Los minutos que emocionados disfrutamos de la escena de los tres, dieron paso un poco después a otro encuentro increíble que pocos han podido disfrutar en sus Safaris y que os contaré en otro momento.

Puede parecer exagerado, pero siempre que nos hemos tomado tiempo para disfrutar de lo que vemos con respeto y admiración, hemos recibido un premio después. Siempre.