Cuando supe de su existencia (hace dos años), me puse en contacto con nuestro amigo Mike Lesiil en Samburu (Kenya), para que me dijera si podía visitarlo. Él, que sabe de mi pasión por los animales, se informó y comenzó a enviarme fotos y vídeos del lugar. Desde entonces, he estado esperando que llegara el día de nuestro encuentro con los pequeños Elefantes del Orfanato de Reteti en Namunyak Wildlife Conservancy.
Hace unos días llegamos a Samburu acompañados por él. Aún me costaba creer que, por fin, estábamos allí. Cuando, al amanecer, emprendimos el camino de hora y media hasta el lugar, no imaginaba lo que ese día íbamos a vivir. Llegamos justo, cuando los pequeños regresaban de su paseo matinal, y se disponían a recibir el primer biberón del día. Eran las nueve menos cuarto de la mañana. Nos subimos al mirador para poder verlos y, cuando a la carrera entraron uno tras otro al recinto, hacia cada uno de sus cuidadores, comenzó uno de los momentos más emocionantes que he vivido desde mi primer viaje a África.
Junto a nosotros, once crías de Elefante, que están saliendo adelante, gracias a los cuidados y el cariño de las personas que allí las cuidan, cada momento de cada día, todos los días. Huérfanos, que han llegado con apenas semanas tras perder a su madre a manos de los furtivos, o rescatadas de zanjas. Desconsoladas, aterradas y sin ganas de vivir, encuentran en Reteti, la oportunidad y el cariño que hacen que poco a poco, su pena se vaya mitigando y las ganas de vivir y disfrutar vuelvan para ellos.
Conseguir volver a confiar en la misma clase de “animal” que ha matado y mutilado a tu madre, no debe ser nada fácil para ellos, por eso, ver como se abrazan a sus cuidadores y los tocan con su trompa, acariciándolos, buscando sus caricias y su compañía, es algo imposible de describir con palabras.
Cada tres horas, cada uno de ellos toma su biberón, con todos los nutrientes que necesita para poder alimentarse, intentando sustituir a la leche materna. El personal del centro los prepara cada día, y cada uno con su nombre, bajo la supervisión de un veterinario. Entre ellos hay cuatro mujeres (por primera vez en un centro así ), y con las que compartí, además, uno de los momentos de la preparación de los biberones. Gracias a todas ellas, por su amabilidad y cercanía, y especialmente a Dorothy, que me regaló, con su comportamiento con los pequeños, momentos que jamás olvidaré. Su forma de abrazarlos y de tranquilizarlos con sus caricias, me llegaron al alma. Todo en ella emana calma y amor, y ellos se lo agradecen y reclaman una y otra vez. Increíble fue cómo nos tocaran con su trompa y que se pusieran junto a nosotros para que les acariciáramos. A ellos, acostumbrados a sus cuidadores, les parecería normal, pero para mí, sentir el tacto de su trompa en mi mano, mientras nos miraban, es algo imposible de olvidar.
Las horas pasaban, y tras compartir con ellos un día de sus vidas, tocaba despedirnos. Volveremos a vernos, seguro, pero hasta entonces seguiremos en contacto para saber cómo van los pequeños y revisaremos una y otra vez, las fotos y los vídeos para cerciorarnos de que no fue un sueño. Que lo que vivimos ese día en el Orfanato de Reteti fue real, y que fuimos muy afortunados por poder disfrutarlo. Y, sobre todo, gracias a Mike. Sin su ayuda y compañía, jamás lo hubiéramos podido lograr. Asante sana sana, Mike.
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